El Navas y la fe.


No hace mucho que reconocimos aquí la machada del Villargordo ("La increíble resurrección del Villargordo"), que tras firmar una segunda vuelta espectacular, le han sobrado tres jornadas de liga y han disfrutado de un apacible tramo final. Ni los más devotos lo hubieran imaginado a mediados de diciembre, cuando los de Vicente Navarro andaban penúltimos con trece puntos. Pero peor pinta tenía lo del Navas, que con sólo nueve puntos y su cartel de recién ascendido, cerraba la clasificación mirando de reojo, otra vez, hacia la Primera Provincial. Si había un equipo condenado, ese era el Navas. Nueve puntos al final del primer acto eran muy pocos puntos. Seguir ese mismo libro de ruta les hubiera llevado a los dieciocho puntos al final de liga, los mismos que tenía el Valdepeñas en esos momentos. Qué cosas.

Mientras yo les daba por muertos en Navidad, hubo un tipo que trató de convencerme de que el Navas saldría adelante. Antonio Collado fue capitán del equipo hasta que el ligamento cruzado de una de sus rodillas le envió al quirófano y después a la grada, y recuerdo perfectamente aquellas primeras entrevistas: "Nos salvaremos. El equipo se está adaptando a la competición y saldremos adelante en cuanto nos sonría un poco la suerte. Estamos mereciendo mucho más." Pero tengo que ser sincero con vosotros, no compartía su optimismo. Para nada. Si el capi no tiene fe en los suyos, ¿Quién debe de tenerla? Solía preguntarme yo mismo en el estudio de grabación mientras incorporaba sus palabras llenas de esperanza al guión de Ser Deportivos.

El caso es que, ese discurso que a mi me sonaba a medio camino entre el tópico y lo inverosímil, comenzó a cargarse de argumento cuando el Navas encadenó tres partidos sin perder, a raiz del empate ante el Iliturgi. Después sucumbiría en Bailén, y más tarde sumó cuatro victorias y un empate en cinco partidos, así, hasta convertirse en el tercer mejor equipo de la segunda vuelta. Antonio Collado tenía razón, estaban capacitados para soñar con la Preferente otro año más. El trabajo y el afán de superación levantaron un equipo hundido y volvieron a recordarnos que el fútbol es el deporte rey por hazañas como esta. La fe mueve montañas, y levanta partidos.